El silencio

c
Sueña que se asfixia. Un hierro pesado y gigante se acerca y quiere aplastarla, una y otra vez. Se aleja, pero vuelve con fuerza, dejándola sin aliento. Se despierta y quiere contarle a su mamá, pero ella es muy chiquita y le cuesta describir algo tan abstracto. Le dice simplemente que quiere que se quede hasta que se duerma. Casi nunca puede hacerlo, porque tiene cosas que hacer que ella no comprende.
Hay una evolución en la forma. Empieza a soñar que se ahoga, que mira por la ventana de la casita en la costa ,y ahí viene la ola que todo se lo lleva, que le tapa, e invade completa y absolutamente el cuerpo. Una bocanada de aire fresco por la ventana la termina despertando aliviada de que está lejos de Santa Teresita. Aunque ama santa Teresita. Mira otra vez sus pies , ¿está soñando o está despierta? El agua que empieza a taparla. A un ritmo lento pero constante. Se desespera. Cree que otra vez podría estar en la realidad pero rápidamente al ver por la ventana el tsunami comprende el truco de su mente.
Pasan los años. Sigue luchando por respirar. Ya tiene broncoespasmos antes de dormir en invierno y cuando se ríe mucho. Pareciera que no tiene derecho a sonreír, porque después de un ataque de risa, ya no le queda aire. O queda demasiado por salir. Es tímida y retraída y tiene demasiado ser atascado. Una noche la pesadilla llega más lejos. Está atada, sin poder moverse en un acantilado y la marea va creciendo, cada ola la obliga a tener que tomar aire muy profundamente y aguantar debajo del agua hasta que la ola se retire. Se despierta con taquicardia.
Ya no vive con la mamá sino sola en un monoambiente. Sin embargo, a veces querría poder pedirle nuevamente que se quede con ella. Que la ayude a respirar, a sanar. A veces a través de los miedos más profundos, de la la sombra más grande, es por dónde empieza a filtrarse la luz, le comenta una de las tantas psicólogas que visita.
Decide volver a Santa Teresita. Se sienta con un cuaderno con tapa azul frente al mar y le habla. ~Hola Mar. Creo que te tengo miedo. Tengo miedo a la muerte, pero en realidad tengo miedo a la vida.
Cierra los ojos. Escucha, solo escucha. Le llegan al rostro pedacitos de bruma, de arena, de sonido. En cámara lenta. Ahí sí que tiene oxígeno. El oleaje es tranquilo. Le dedica un poema hasta que llora, y llora, llora hasta convertirse en él. Comprende que no hay nada más magnífico y maravilloso que ser agua.
Ese verano se dedica a nadar. A liberar. A sortear la suerte y el destino y meterse lo más hondo que puede en el océano. Que nadie la pueda ver o juzgar. Escribe cada emoción que la atraviesa. Escribe, llora, nada.
Sigue soñando con lo mismo, pero de a poco comienza a amarlo, incluso en el mundo onírico, incluso a su ferocidad. Ama su nueva conexión. Ama su inmensidad. Se sigue asfixiando.
Pero porque a ella le falta algo. Le falta hablar. Habla, grita, escupe, vomita, eructa, vuelve a gritar. Es tormenta,es fuerte. Habla y revela lo oculto. Se saca la culpa y el hierro de encima y vuelve a respirar. Puede ver esa ola multicolor rodeando su ser, dando lugar a la expansión. Se amplia cada día un poco más, reclama su espacio propio. Puede llegar a tocar cada orilla, ya tiene bordes. Finalmente vuelve a tener un cuerpo.

X